¡Hola!
Llega el segundo «relato-pregunta» de este año. He querido llamarlo «Mujeres en la arena» porque voy tratar de explicar cómo se sienten tres mujeres con estilo de vida y elecciones muy distintas. Han sido elecciones voluntarias y totalmente acorde con su manera de ser. ¿Tienen derecho estas mujeres a sentir que les falta algo? ¿Sus vidas son perfectas solo porque haya sido una elección voluntaria, o tiene derecho a sentir que no son del todo completas? Una sugerencia: si puedes, lee este post con una bonita música relajante de fondo
Mujeres en la arena
Las tres protagonistas del relato son tres mujeres de un pueblo de costa. Las tres mujeres suelen coincidir en la playa , y curiosamente, suelen sentarse en fila una al lado de la otra. No eligieron esto a propósito, el destino hizo que las tres coincidieran día sí y día también en el mismo lugar a la misma hora.
Llega la primera mujer, la mujer que tiene tres niños. Suele llegar con una silla y cargada de bolsas. Una de las bolsas está llena de juguetes, otra de toallas y una pequeña mochila donde lleva algo de comer y agua. La mujer se sienta en su silla, o eso pretende. No puede sentarse porque los tres pequeños se quieren ir al agua. Deja todo tirado y va en busca del menor que no llega a los dos años y parece que salió con instinto suicida. El niño entra en el agua como si la conociera de toda la vida, sin importarle si aquella masa de color azul se lo acabaría tragando.
Mientras la madre rescata a su vástago, los otros dos, un poco mayores, vacían la bolsa de los juguetes encima de la toalla y ésta se llena de arena. La madre vuelve con el pequeño en brazos, lo deja en tierra y se dispone a sacudir la toalla, el pequeño abre la bolsa de la merienda y tira los bocadillos en la arena. La madre coge los bocadillos y los limpia como puede. Los otros dos hermanos ya están en el agua, el pequeño protesta porque quiere ir con sus hermanos, pero hay que inflar el flotador; el niño no tiene paciencia y llora…
A su lado se encuentra la mujer del ordenador. Esta mujer está sentada en una hamaca de alquiler, lleva un blusón blanco y un pequeño gorro para refugiar su rostro del sol; tiene los labios pintados. La mujer del ordenador tiene un batido de color rosa a su lado, saca el móvil y hace una fotografía al batido, escribe algo en su ordenador, de vez en cuando se levanta, sonríe, se hace un foto y habla a la cámara; se vuelve a sentar y vuelve a escribir.
Esta mujer parece estar muy concentrada, con el objetivo puesto en algo concreto. Ha hecho varias fotos, ha grabado el mar, el sol, sus pies, su batido y sonríe. No para de escribir y de sonreír.
La última mujer está sentada en una toalla. Lleva una enorme pamela y una melena larga y despeinada. Es delgada, muy delgada. No hace nada. Se tira en la toalla y toma el sol, a veces se sienta y mira el mar, otras veces se levanta, se da un baño y pasea; mira al suelo, a veces mira al frente y otras veces parece no mirara hacia ningún lugar. Vuelve a su toalla y saca un botellín de agua de su pequeña bolsa; bebe y vuelve a tomar el sol. La mujer de la pamela tiene mucho tiempo libre y en su tiempo libre ha decidido no hacer nada.
Tres mujeres muy diferentes sentadas en la arena, las tres han elegido su modo de vida, pero ¿qué piensan estas mujeres de arena de sus compañeras? Podría parecer que estas mujeres, contentas con su elección de vida, no se fijan en las demás; no tienen nada que envidiar a nadie ni echan de menos nada. ¿Tiene derecho a quejarse si han elegido vivir así?
Hemos visto lo que hacen estas tres mujeres, pero no hemos analizado lo que piensan. Lo de fuera es una forma de estar, lo de dentro es una forma de ser. Veamos que esconden nuestras protagonistas tras una estética elegida, enseñando su mejor cara, esa cara desde la que han elegido estar.
Las tres mujeres están ahora sentadas. Ellas no lo saben entre sí, pero todas se miran, se observan en la intimidad bajo la apariencia estratégica de que cada una atiene a lo suyo. No es verdad, ellas ya se conocen, pasan mucho tiempo juntas, mientas pasan las tardes una al lado de la otra, no se miran, se hace las fuertes y las valientes, pero por dentro, se conocen y se observan.
¿Qué secretos guardan las mujeres en la arena?
La mujer con niños mira a la mujer del ordenador, la examina: su peinado, su pintalabios , su rico batido y su precioso blusón .
«Ojalá pudiera pintarme más los labios, qué peinado más bonito lleva, ¿ cuánto tiempo hace que no me maquillo ni me peino? Ojalá pudiera hacer lo que hace ella, parece muy feliz, tranquila. Su bolso es de buena marca, seguro que además de hacer lo que le gusta, gana dinero. No me importaría llevar su vida, parece tan interesante…»
La mujer del ordenador mira a la mujer que no hace nada. Observa su pelo, su pequeña bolsa con un botellín de agua, su delgadez, su pequeño y sencillo bikini
«Qué suerte ¡no hace nada! No recuerdo la última vez que no hice nada. No se peina, no se pinta, no necesita una buena imagen para no perder a sus clientes. Puede estar todas las tardes sin hacer nada, ya ni me acuerdo de esa sensación. Lo que daría por no tener que peinarme ni pintarme los labios, mejor no sigo pensando, tengo que mantener el foco, me sacaré otra foto, esto tengo que escribirlo en mi siguiente post»
La mujer de la pamela, tiene mucho tiempo libre. Mira a la mujer con hijos y piensa:
» Lo que daría por tener un poco de compañía, ser útil a alguien, recibir sonrisas y abrazos. Míralos, ahí están, sonriendo y jugando.Un poco de alegría me vendría bien, a veces pienso que me estoy volviendo un poco maniática y apática; a veces reconozco que me siento sola»
Las mujeres escondemos secretos, alguien nos dijo que no puedes quejarte de algo que has elegido tú, así que, como somos obedientes, cumplimos nuestra misión de mujer segura, implacable, inalterable y cerramos con llave el baúl de nuestros miedos. ¡Shhh! ¡qué nadie note tus inseguridades, disfrázalas como quieras: haz que nada te importa, abre una revista, cambia de vestuario, lleva el sombrero de moda, sonríe y sé amable; que nunca se te note, que estás muerta de miedo.
fin
Puedes hacerte la siguiente pregunta, y ya sería ¡la caña! que me dejaras un comentario de cuál ha sido tu respuesta: ¿ Crees que tienes derecho a sentir que te falta algo? .Si es así, ¿lo reconoces alguna vez? si no lo reconoces ¿ es por miedo o por vergüenza? ¿ Crees que lo tienes todo y no tienes derecho a pensar que echas algo de menos? ¿Nos convierte en desagradecidos desear en algún momento que las cosas fueran de otra manera?
Si me sigues ya sabrás que tengo un canal en Ivoox y ahora también en Itunes. Si te interesan estos y otros temas, puedes encontrarme en cualquiera de estas dos plataformas con el nombre de : Café a media tarde.
¡Qué tengas una feliz semana!
Susana
Me ha encantado, Susana. He estado en el rol de la del ordenador (menos el tema de maquillaje, bolsos y miles de fotos, simplemente no va conmigo) y la que no hace nada (mis veintitantos eran eso)… Casi siempre buscamos aquello que nos falta, pero si has pasado por todos los estados a voluntad, ¡qué maravilloso, no! Ya me llegará el tercero jeje, y pienso disfrutarlo a tope. Creo que anhelamos algo que no pudimos hacer o sentimos que no podremos… pero cuando ese algo es factible, lo has vivido o estás por vivirlo, te das cuenta de que la vida te brinda todas esas posibilidades, puedes vivirlas y saborearlas y disfrutar de ellas. Son etapas de la vida y tienes dos opciones: lamentarte por lo que no tienes o crear la vida que deseas.
Hola Masha, gracias por tu aportación siempre tan valiosa. Al final es muy humano pensar en algún momento en lo que anhelas, como humanos no lo podemos evitar, el problema es cuando te encierras en ese pensamiento de escasez que te impide vivir lo que ya tienes. Siendo realistas, ¿quién no ha pensado alguna vez que algo le falta? eso es lo que nos hace humanos y no debemos sentirnos culpables, forma parte del camino. Yo también quiero llegar a la tercera alguna vez je je. un besazo guepa!!
Vaya Susana tienes una forma de escribir que me conmueve, de alguna forma tocas alguna parte de mi alma y eso me encanta. Estaba paseando por tu blog para leer algunos de tus posts y el título de este me atrapó, es que yo soy una fanática del mar y la arena y eso fue razón suficiente para entrar y leer tu relato, y me senté como una cuarta mujer de arena a observar a estas otras tres,
Después de 14 años ahora soy madre de gemelos y me identifiqué con la primera mujer, sentí que así pronto será mi vida en algunos meses, corriendo tras ellos, con bolsas, toallas llenas de arena, sin poder sentarme tranquila solo a observar. Pero luego vi a la segunda mujer y me extrañé a mí misma, con ese tiempo suficiente que solía tener, hace menos de un año, para sentarme a escribir, maquillarme y tomarme fotos para mi blog. Y luego volteo a ver a esta tercera mujer y fue como verme mucho más jovencita, con tiempo de sobra para aburrirme, para soñar con la que soy ahora.
Y es cierto, todas aparentamos una fortaleza tan impresionante solo para que no se nos note el miedo, pero en el fondo estamos aterradas, queriendo ser la mujer de al lado y ella queriendo vivir lo que nosotras estamos viviendo.
Vaya, Eliana, qué bien explicado tu comentario .Las mujeres del relato describen tres tiempos diferentes en la mujer, en este caso quise hacer que las tres mujeres hayan representado una elección propia, sin se manipuladas ni condicionadas, y hacer ver que aun así, tienen derecho a echar de menos otras facetas de sus vidas, y de hecho, lo hacen, lo hacemos todas. Yo también soy madre de mellizos, los míos tienen 14 años , la experiencia es brutal, y sí, siempre observamos a las demás porque en el fondo, siempre buscamos algo de seguridad en otros rostros que nos indiquen algo que a nosotras nos falta. En las antiguas civilizaciones las mujeres se unían para hacerse fuertes, para apoyarse en los distintos momentos de su vida; las madres ayudaban a las jovencitas, las ancianas a las madres, y juntas se consolaban y ayudaba, juntas eran más fuertes. Eso es lo que buscamos con nuestras miradas, complicidad, apoyo, porque dentro de nosotros todavía guardamos esa programación pero no nos atrevemos a dar ese paso, a charlar, a compartir experiencias. Las civilizaciones modernas nos han programado para «no molestar» e incluso a veces nos han querido enfrentar, pero nuestra naturaleza no es esa en absoluto, somos amigas, compañeras, y juntas somos mucho más fuertes. Un beso enorme Eliana, un placer que hayas pasado por el blog .